Hemingway y un relato de seis palabras
Imagínese la siguiente escena: Años 30, un grupo de escritores cenando en un elegante restaurante en el corazón de Manhattan. Uno de los escritores hace una afirmación extremadamente audaz: dice que es capaz de escribir una historia completa (con principio, desarrollo y desenlace), en solo seis palabras. Los demás se muestran, obviamente, incrédulos y sostienen que es un absurdo, ¿cómo alguien podría construir personajes, tramas y profundidad en apenas seis palabras? Deseoso de probar esta afirmación, el escritor, confiado, los desafía a una apuesta: cada uno de los presentes le deberán pagar diez dólares si es capaz de escribir la historia, si no, él les pagará diez dólares a cada uno de ellos. Mientras cada uno coloca sus diez dólares en el medio de la mesa, el escritor garabatea unas palabras en una servilleta, termina de escribirlas y pasa la servilleta para que los demás lean lo escrito. Mientras lo leen un gesto de asombro se dibuja en sus caras. Finalmente, llegan a un acuerdo: el escritor, Ernest Hemingway, gana su apuesta.
Por supuesto, que a esta altura usted, lector/a, se estará preguntando, ¿cuáles fueron esas seis palabras? Las seis palabras que Hemingway escribió en la servilleta fueron: «For sale: baby shoes, never worn”, cuya traducción sería: “Se venden zapatos de bebé. Nunca usados”.
Esta “historia”, en apariencia absurda y que —según la leyenda— Hemingway consideraba una de sus mejores obras, contiene la potente cualidad de provocar numerosas preguntas y de invitarnos a elaborar una trama. Casi invariablemente, al principio provoca una sensación de tragedia, pero luego las preguntas se suceden sin parar: ¿Quién vende los zapatos? ¿Por qué? ¿Por qué están sin usar? ¿Qué ha sucedido? ¿Le ha ocurrido algo al bebé? Esas seis palabras nos inspiran a reconstruir o a crear nosotros mismos una historia. ¿Murió el bebé? o ¿Tal vez hubo un cambio de planes y a los padres simplemente no les gustó el estilo de los zapatos? O, quien sabe, ¡quizás el bebé nació con pies gigantes!
No se sabe a ciencia cierta si la historia del relato de seis palabras de Hemingway sucedió o no, pero ilustra un punto importante: la potencia de la comunicación concisa. Y otra cosa también, cuando el lenguaje se utiliza de forma adecuada la concisión en la comunicación y en la redacción de textos puede ser tan atractiva y emotiva como la extensión, o inclusive más.
En cuanto al estilo literario de Hemingway, se puede decir que se manifiesta en su prosa simple, directa y sin adornos. Posiblemente, su formación periodística haya influido en el desarrollo del estilo parco de su escritura. Antes de que Hemingway comenzara a publicar sus cuentos y novelas, los escritores estadounidenses tendían a imitar el manierismo de la literatura victoriana: abundancia de adjetivos y adverbios, oraciones extensas, gran cantidad de comas, puntos y comas y demás elementos y recursos que en ocasiones obstruían el flujo de la lectura. Hasta que llegó Hemingway y todo cambió.
Un excelente ejemplo del estilo de Hemingway se encuentra en el brevísimo escrito: «Un lugar limpio y bien iluminado». Una historia que no presenta ni el más mínimo toque sentimental o sensiblero. La trama, en apariencia simple, es conmovedora y compleja. Centrándose en un anciano y dos camareros, el escritor interviene lo menos posible. Deja hablar a los personajes y, a partir de ellos, descubrimos la agobiante soledad interior de dos de los hombres y los insensibles prejuicios del otro. Cuando Hemingway recibió el Premio Nobel de Literatura en 1954, su estilo de escritura se destacó como uno de sus principales logros. El comité del Nobel reconoció su «dominio contundente y estilístico del arte de la narración moderna».
No resulta exagerado suponer que el estilo de Hemingway abrió la ventana a la narración moderna como afirmó el comité del Nobel. Una buena narración atrae y provoca la reflexión, y está claro que un mensaje conciso y claro ayuda. Esto es aplicable para la comunicación en todas sus formas, pero es particularmente relevante en el mundo moderno. Contamos historias todos los días; el correo electrónico, los mensajes de textos y la comunicación a través de las redes sociales dominan la mayor parte de la vida laboral y social a la vez que nuestros entornos se vuelven cada vez más agitados y cargados de distracciones lo que sin duda reduce nuestra capacidad de atención. Los mensajes compiten brutalmente para ganar la atención de los receptores.
El ajetreado mundo de hoy exige una comunicación atractiva, sintética y clara, algo que Hemingway indudablemente comprendió en su tiempo y que plasmó en su obra con la impronta propia de los adelantados y de los genios.
Pamela Simoncelli
mayo 24, 2024Simplemente Genialozo artículo. Gracias.