La inspiradora historia de la artista Uemura Shōen

“Espero sinceramente que todas mis obras sean como joyas sutiles, que transmitan siempre una sensación de pureza sin el más mínimo toque de vulgaridad” -Uemura Shōen
1904, Japón. La joven artista japonesa Uemura Shōen comenzaba a ganar renombre en el mundo del arte japonés. Aquel año participó en una importante exposición en Japón en la que presentó varias de sus obras. Sin embargo, un desafortunado suceso opacaría el evento. Un extraño eludió la vigilancia de los guardias y vandalizó una de las obras de Uemura colocando en ella una inscripción ofensiva hacia la artista. Evidentemente, la obra de la joven pintora despertaba sentimientos adversos. El cuadro víctima del atentado se llamaba La prostituta Kiyû e ilustraba la historia de una prostituta que rechazó a un cliente extranjero por motivos patrióticos. De todas maneras, el ataque contra su obra no logró desanimarla. Al contrario, mantuvo el cuadro en la exposición y decidió no reparar el daño para mostrar al público los efectos de la intolerancia.

El incidente que sufrió Uemura Shōen, lejos de ser un hecho aislado, fue parte de un largo camino sembrado de obstáculos. A la joven Uemura no le resultaba nada sencillo encontrar su lugar en el ambiente artístico de la época netamente masculino. En aquellos tiempos, las mujeres que sabían pintar eran consideradas cultas y eran en verdad muy admiradas en Japón, siempre y cuando practicaran su arte en la esfera privada. Cuando una mujer de clase alta se casaba, llevaba un konrei chōdo (juego de mobiliario nupcial) a su nuevo hogar conyugal que a menudo incluía pinceles y materiales de pintura; podría pintar libremente en privado o delante de amigos, pero solo como un hobby, no profesionalmente.
El caso de Uemura Shōen era bastante particular pues no solo iba a paso firme conquistando terreno en el mundo del arte sino que además había recibido formación profesional. Lo que se dice una auténtica pionera. La artista se especializó en el género bijin-ga. Ese estilo de pinturas y grabados, que tradicionalmente representan cortesanas, inspiró sus obras que se caracterizaban por retratar delicadas figuras femeninas con vestimentas coloridas. Cabe agregar que Uemura Shōen no se limitó solo a continuar la tradición bijin-ga sino que añadió su propio toque personal e incluso modernizó el género al representar mujeres comunes y corrientes en lugar de las habituales damas de compañía.
Shōen llevó una vida poco convencional: trabajó como pintora de manera profesional, nunca se casó, tuvo un hijo de padre desconocido y lo crió como madre soltera. Desafió límites, trabajó incansablemente y logró amplio reconocimiento en Japón e internacionalmente gracias a su importante contribución al arte moderno en su país natal y a su relevante papel en el reconocimiento de las mujeres en el arte, allanando el camino para futuras mujeres artistas.

Uemura Shōen continuó trabajando hasta su fallecimiento en 1949 a los 74 años. Pasó la última parte de su vida en una cabaña de montaña, donde continuó creando arte hasta sus últimos días. Su legado artístico perdura a través de sus obras y las obras de su hijo Shoko y su nieto Atsushi, ambos destacados artistas.
