6 cosas que tal vez no sabías sobre «El grito»
El grito” (“Skrik” en noruego) del artista noruego Edvard Munch es, sin lugar a dudas, una de las obras de arte más famosas del mundo (¡hasta tiene su propio emoji! => )
Su nivel de popularidad no tiene nada que envidiarle a monstruos sagrados como “Guernica” de Picasso, “La persistencia de la memoria” de Dalí o inclusive la mismísima “Mona Lisa” de Da Vinci. De hecho, para un número considerable de críticos y expertos en arte “El grito” es el ícono por excelencia del arte moderno; la Mona Lisa de nuestro tiempo. Así como Leonardo da Vinci evocó con la dama de la enigmática sonrisa el ideal renacentista de serenidad y autocontrol, Munch definió con su espeluznante figura la esencia de la época moderna atormentada por la ansiedad y la incertidumbre.
Desde el punto de vista estrictamente visual, “El grito” muestra una figura indefinida, andrógina (para algunos, una momia) en primer plano con un gesto de angustia que refleja una enorme expresividad y fuerza psicológica. Esta figura está gritando, con una expresión que refleja desesperación, o más precisamente, desesperación existencial. La escena se ubica en un puente que se aleja en perspectiva diagonal. Abundan los colores cálidos de fondo y una luz semioscura envuelve la totalidad de la imagen. Bien atrás, casi fuera de escena, se aprecian dos figuras humanas difusas paseando por el puente, aparentemente indiferentes a la desesperación del personaje principal. El cielo se representa fluido y ondulante al igual que el resto del fondo.
Bien. Hasta aquí algunos de los aspectos descriptivos de la obra. Ahora pasaremos a ver 6 cosas interesantes y tal vez no tan conocidas que resultan bastante útiles para comprender la dimensión contextual de la extraordinaria creación de Edvard Munch
1. Hay varias versiones de “El grito”
La idea inspiradora apareció, según cuenta el propio Munch, mientras el artista daba un paseo con dos amigos al atardecer en Kristania (aclaración: Kristania es el nombre antiguo de la ciudad de Oslo). La combinación de colores en el cielo le provocó una fuerte reacción mientras sus amigos permanecían indiferentes. Munch intentó plasmar ese momento en imágenes, lo que resultó en varias versiones de “El grito”. Así describía ese momento: “Paseaba por un puente con dos amigos; el sol se puso. De repente, el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla, muerto de cansancio: sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad. Sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza”.
Al igual que con otras obras de arte, Edvard Munch realizó varias versiones para satisfacer las demandas de sus clientes y también para guardar algunas para sí mismo. Pintó cuatro versiones de “El grito” empleando una técnica mixta de óleo y pastel. También creó dibujos y una litografía (1895) que permitió imprimir la imagen en revistas y periódicos. El diseño curvilíneo del cielo que se observa en la litografía es tan evocador como en las pinturas. En el museo MUNCH, el nuevo museo en Oslo que abrió sus puertas en 2021, se exhiben tres de las versiones de “El grito”: una pintura, un dibujo y una versión litográfica.
2. “El grito” es un enigma
La obra siempre ha sido y continúa siendo un enigma, tanto en contenido como en forma. No hay una interpretación única de la figura distorsionada en primer plano. ¿Estamos viendo a alguien que grita activamente o a alguien que reacciona con desesperación a un grito? ¿Estamos ante la representación de una persona real, el artista mismo, o ante una representación personificada de algo aterrador e indefinido? Las figuras del fondo, aunque diminutas, son muy significativas. Sumergidas en la conversación o en sus propios pensamientos, esas dos personas caminan sin demostrar reacción alguna a la desesperación de la figura principal. Con enorme habilidad Munch los ubica a una distancia perfecta para enfatizar la indiferencia y la falta de comunicación/conexión entre los personajes presentes en el cuadro. Una reflexión: a menudo actuamos como estas figuras, siguiendo nuestro camino sin mirar lo que sucede en nuestro entorno. ¿Tal vez la intención de Munch al pintar “El grito” fuera decir, o más bien gritar, que a veces deberíamos detenernos por un momento y observar lo que ocurre a nuestro alrededor? Just a thought…
3. “El grito” también es un texto
Antes de que “El grito” se transformara en imagen tomó forma de texto. En el invierno de 1892, en Niza, Munch escribió un poema en su diario, describiendo la caminata con sus amigos. Estaba cautivado por la escena de las nubes rojas como sangre mientras la ciudad y el agua se teñían de un sutil negro azulado. Temblando de ansiedad sintió «un grito infinito que atravesaba la naturaleza» y tuvo que detenerse.
En ese mismo año, Munch plasmó la experiencia visualmente y pintó la primera versión de “El grito”. Curiosamente, cuando vendió una de las versiones de la pintura, adjuntó una versión corta del poema en prosa en la parte frontal del marco. La versión litográfica se imprimió junto con una breve cita en alemán del poema. En 1928, Munch publicó el texto completo de “El grito” en “El friso de la vida” una serie de obras que retrataban su vida. Además, hay ocho versiones más en las notas y diarios inéditos de Munch. Por todo esto uno podría suponer que para Edvard Munch la necesidad de expresión en forma de texto de aquel momento intenso que vivió mientras paseaba con amigos fue tan potente y urgente como la necesidad de expresión en imágenes.
4. “El grito” necesita cuidados especiales
A pesar de la descomunal potencia expresiva de la imagen, “El grito” es -curiosas paradojas del arte- una obra extremadamente vulnerable. Las diferentes versiones ya sea pintadas, dibujadas o impresas contienen materiales relativamente inestables que pueden reaccionar y dañar las obras si no se mantienen en un lugar oscuro y con temperatura controlada.
Esta situación presentaba un problema para el museo MUNCH. Por un lado, deseaba mostrar y compartir las obras de arte más icónicas de Edvard Munch, pero, por otro lado, deseaba preservarlas para las generaciones venideras. Como tantas veces en la vida, la solución que encontró se basó en crear un balance realista entre las posibilidades y limitaciones existentes. Gracias a una meticulosa investigación científica sobre las propiedades de los materiales de todas las versiones de “El grito”, el museo MUNCH desarrolló un sistema de exhibición basado en la rotación de las obras asegurando que ninguna de las versiones se vea sobreexpuesta.
5. Los robos
En apenas 50 segundos y con la mera ayuda de una escalera de madera un ladrón cometió uno de los robos más célebres que se recuerdan en el mundo del arte. El 12 de febrero de 1994 el ladrón trepó hasta la sala Munch de la Galería Nacional de Oslo, entró por una ventana y con total tranquilidad cortó el cable que sujetaba «El grito» de Edvard Munch a la pared. En menos de un minuto, el encapuchado bajó con la pintura y se fue caminando tranquilamente.
El hecho ocurrió a las 06:30 de la madrugada de un sábado y no había ningún policía custodiando el edificio, situado en pleno centro de la capital noruega. ¿La razón? Casi todos los policías habían sido destinados a cubrir la seguridad de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer que se haría ese mismo día. Lo más desopilante del caso es que el sujeto, después de finalizada su tarea, dejó el siguiente mensaje: “Muchas gracias por la mala vigilancia” 😊
Pål Enger, el ladrón, había planeado el robo durante cuatro años, según confesó en 2008 al diario noruego VG. “No fue el dinero lo que me movió a hacerlo, sino el reto y el juego”. El hombre escondió el famoso cuadro en un espacio debajo de la mesa del comedor sobre la que sus tíos y su madre comían y bebían todos los días. Según señaló Enger en su confesión, le divertía la idea de que su familia cenara sobre la pintura mientras la policía buscaba el cuadro por todo el país. El cuadro, la versión más famosa de «El grito», de 1893, se recuperó tres meses después del robo en un hotel en Aasgardstrand, al sur de Oslo. Pål Enger fue detenido.
Además de ese robo, hubo otro que se produjo en 2004. Ladrones enmascarados, armados con pistolas, entraron al Museo Munch en Oslo y robaron la versión de 1910 de “El grito” y “Madonna”, otra de las obras célebres de Munch. En 2006, seis hombres fueron a juicio por el robo, pero solo tres de ellos fueron declarados culpables y sentenciados. En el mismo año, ambas obras de arte fueron recuperadas con daños mínimos.
6. El significado oculto
Sue Prideaux, una estudiosa de Munch, ha contextualizado la creación de “El grito” en un momento en el que el artista estaba arruinado económicamente, vivía con pánico de sufrir una enfermedad mental y venía de sufrir un profundo fracaso sentimental. El puente que se muestra en la pintura era conocido en la época como un lugar donde llegaban las almas desesperadas para poner fin a sus vidas desgraciadas. El puente estaba cerca de un matadero y de un hospital psiquiátrico, donde estaba internada la hermana esquizofrénica del artista. Una interpretación que surge al unir todos estos elementos es que tal vez Edvard Munch llegó justo a ese lugar con la intención de poner fin a su existencia desdichada y que la figura retratada es una representación de sí mismo en el exacto momento en que consideraba la posibilidad de suicidio. algo que obviamente no ocurrió.
Reflexión final: Mientras observaba una de las versiones de “El grito” en el museo MUNCH de Oslo pensaba que el efecto en el espectador de esta obra sublime no depende de la cantidad de fuentes históricas o conocimientos específicos que uno tenga. Yo creo que Munch buscó expresar sus caóticas y potentes emociones internas a través de formas externas y quiso dejar como legado artístico una imagen deliberadamente confusa y a la vez brutalmente elocuente, que sintetizara una de las experiencias más perturbadoras que el ser humano puede experimentar: la incertidumbre existencial. Y vaya si lo consiguió.