La economía circular: una utopía cada vez más real
A paso lento pero seguro, el modelo de economía lineal o tradicional basado en producir, usar y desechar, está perdiendo paulatinamente terreno frente al avance del nuevo paradigma de la economía circular que se sustenta sobre el principio de “reducir, reutilizar y reciclar».
Según diversos estudios, las personas nacidas entre los años 1980 y 2000, es decir las generaciones millennials y Z/zillennials respectivamente, están tomado cada vez más conciencia de que el actual modelo económico lineal se está agotando y de que la economía circular puede llegar a ser el modelo sucesor. Los procesos industriales lineales basados en «tomar” (recursos naturales), “producir” y “desechar» y los estilos de vida que se nutren de esos procesos, agotan las reservas finitas para crear productos que terminan en vertederos o incineradores.
El sistema económico vigente, o modelo lineal, es diametralmente opuesto al ciclo de vida de la naturaleza y entra en conflicto con el modelo de desarrollo sustentable, orientado al largo plazo. En la naturaleza no existe ni la basura ni los basurales: todos los elementos cumplen una función de manera continua y son reutilizados para su aprovechamiento en diferentes etapas.
La economía circular crea un ciclo de desarrollo positivo continuo que preserva y realza el capital natural, optimiza los rendimientos de los recursos y minimiza los riesgos del sistema mediante la gestión de flujos renovables. La escasez de recursos es una de las principales razones por las que las industrias han comenzado a introducir modelos comerciales circulares. En la actualidad estamos en presencia de un combate despiadado por las materias primas en todo el mundo. Una lucha en la cual el acceso a los llamados “metales y minerales raros”, clave para la producción de artículos de alta tecnología, está alcanzando niveles críticos entre las potencias mundiales. En este contexto el modelo de economía lineal luce agotado, con pocas alternativas que ofrecer.
Los modelos de negocios lineales suelen desperdiciar una gran cantidad de recursos; no incorporan el reciclaje o la reutilización de componentes y materiales como partes naturales del proceso de producción. Lo observamos en el caso de la fabricación de productos electrónicos. Actualmente se diseñan productos cuyos ciclos de vida son cada vez más breves. Este fenómeno ha dado lugar a una cultura fundamentalmente desechable y de acumulación de basura electrónica, provocando severas consecuencias en el medioambiente y la salud de la población. El nuevo enfoque de la economía circular es, además de una forma sustentable de dirigir el sector productivo, un modelo de negocio atractivo que puede ofrecer ventajas competitivas reales.
Como concepto que abarca múltiples ideas la circularidad tiene diversos orígenes. Algunos afirman que la idea de circularidad, al menos en términos de reciclaje o reutilización de recursos, preservación y diseño de origen para garantizar la longevidad del producto, tiene antecedentes prehistóricos. El Dr. Maikel Kuijpers, profesor asistente de Arqueología Prehistórica Europea en la Universidad de Leiden (Holanda) sugiere que las poblaciones antiguas fueron pioneras en la idea de reciclar desechos, sentando las bases para la economía circular. “La reutilización de objetos y materiales puede ser tan antigua como el propio uso de herramientas”, señala. “En el Paleolítico, se fabricaban herramientas pequeñas de pedernal utilizando hachas de mano antiguas. La gente en el período neolítico no tuvo ningún problema en reutilizar piedras verticales para construir sus tumbas, como se ve en Locmariaquer en Francia”. Incluso la cerámica, elaborada en base de arcilla y por lo tanto disponible en abundancia, se reciclaba con frecuencia. La cerámica vieja a menudo se molía hasta convertirla en polvo y se usaba en la arcilla para hacer vasijas nuevas. En la Creta minoica, este polvo cerámico, conocido como “grog”, también se usaba para fabricar los ladrillos de adobe con los que se construían las casas. “De hecho, hasta el siglo XX, la reparación, la reutilización y la reutilización eran formas comunes de administrar los bienes materiales”, dice Kuijpers.
¿Qué es la economía circular?
En una primera aproximación, podemos decir que la economía circular es un modelo de economía industrial que promueve una mayor productividad de los recursos con el objetivo de reducir los residuos y evitar la contaminación. En la economía circular se distinguen dos tipos de flujos de materiales: los nutrientes biológicos diseñados para volver a entrar en la biosfera y lo que podríamos llamar “nutrientes técnicos” que son diseñados para circular con alta calidad en el sistema de producción sin entrar en la biosfera. Esto contrasta fuertemente con el modelo de producción de la economía lineal basado en «tomar, hacer, desechar” o para para expresarlo en términos más precisos: tomar (recursos naturales)-producir/hacer-usar/consumir-desechar.
El hecho de sostener un modelo basado en la utilización de recursos naturales agotables para producir productos cuyo destino es el descarte ha despertado la atención y preocupación de pensadores, economistas y científicos desde hace varias décadas. A finales de los años setenta, Walter R. Stahel, arquitecto, economista y padre fundador de la sostenibilidad industrial desarrolló un enfoque de producción conocido como Closed-loop («bucle cerrado») e introdujo el término Cradle to Cradle (“De la cuna a la cuna”) que implica producir para volver a usar, en contraposición con Cradle to Grave (“De la cuna a la tumba”) correspondiente al modelo de economía lineal basado en producir para tirar. El nuevo concepto fue extensamente desarrollado en el libro Cradle to Cradle: Remaking the Way We Make Things (“De la cuna a la cuna. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas”) publicado en 2002 por el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto norteamericano William McDonough. En este libro, los autores proponen una nueva forma de interpretar la sustentabilidad y la economía en lo que ellos aseguran, será la próxima Revolución Industrial. La obra está escrita con tono de manifiesto y llama a la transformación de la industria humana a través de un diseño “eco-efectivo” de las cosas.
¿Qué significa exactamente Cradle to Cradle?
Podemos comenzar diciendo que el principio que inspira la filosofía Cradle to Cradle es luchar para transformar lo que consideramos normal, es decir luchar contra la noción del “consumir y tirar” tan internalizada en nuestra cultura que prácticamente no la notamos. Según los autores del libro, ha llegado el momento de que nuestra civilización repiense y transforme la forma en que vivimos, trabajamos, viajamos, diseñamos, construimos y consumimos. Creer que estamos haciendo nuestro aporte simplemente conduciendo un coche híbrido y reciclando papel, botellas y latas es una peligrosa ilusión.
Durante años, los ambientalistas han sostenido que con aplicar una serie de medidas “verdes” se podrá lograr que el cambio de una economía marrón a verde suceda. No es que este planteo no sea correcto; el problema es que no es suficiente. Para lograr transformaciones significativas estamos obligados a cambiar la manera en que pensamos y diseñamos productos, industrias y ciudades. Los métodos actuales de reciclaje son ineficientes e insuficientes y sólo sirven para perpetuar el modelo de fabricación «de la cuna a la tumba», el cual ha regido el destino económico del planeta durante siglos.
El enfoque de la economía circular difiere de los conceptos tradicionales relacionados con el medioambiente y la ecología. Si bien la economía circular promueve la reducción del consumo, su finalidad es promover una nueva revolución industrial: la reinvención de procesos industriales que aporten soluciones saludables, creando una industria en la que todo pueda reutilizarse, ya sea logrando que el producto vuelva a la tierra como “nutriente biológico” no tóxico o consiguiendo que vuelva a la industria como “nutriente técnico” para ser reciclado una y otra vez. El concepto de “reducir, reusar y reciclar” significa hacer más con menos para minimizar el daño.
Es claro y evidente: la decadencia medioambiental y sus consecuencias son innegables. Nadie discute la necesidad de tomar verdadera conciencia de la catástrofe ambiental e implementar acciones urgentes para frenar su evolución. Lo que los autores de Cradle to Cradle sostienen es que el problema de fondo no se resuelve con solo enviar mensajes de alarma y advertir sobre lo dañina que resulta la actividad industrial y los hábitos de consumo para el medioambiente y la sociedad. La visión de McDonough y Braungart propone ir más allá de la mera acción preconizadora, la cual insistimos, es correcta pero insuficiente. Los autores están convencidos de que todavía podemos conservar nuestras comodidades y mantener un estilo de vida moderno a la vez que se promueve un modelo de sociedad que apunte a reducir el impacto ambiental de manera significativa. Utilizan la naturaleza como metáfora de cómo podemos rediseñar un nuevo paradigma económico para que sea más ecoeficiente. Lo describen con la siguiente imagen:
“Pensemos en el cerezo. Miles de flores crean frutos para las aves, los seres humanos y otros animales. Una buena parte de las flores y frutos caen al suelo y permanecen allí sin ser utilizados. Uno podría pensar que al no tener ningún fin aparentemente útil, el cerezo derrocha todo ese material que se descompone en la tierra. Sin embargo, el árbol produce abundantes flores y frutos sin agotar el medioambiente. Una vez que caen en el suelo, sus materiales se descomponen en nutrientes que nutren microorganismos, insectos, plantas, animales y a la misma tierra. Aunque el árbol produce más de lo que necesita para su propia supervivencia en un ecosistema, este excedente, lejos de desperdiciarse, sirve a propósitos enriquecedores y variados. De hecho, los subproductos generados gracias a la existencia del árbol alimentan casi todo lo que lo rodea. ¿Por qué no intentar replicar el modelo de la naturaleza en la sociedad y la economía?”, se preguntan los autores.
Los métodos de producción de bienes desde el inicio de la Revolución Industrial deben ser reformulados de manera que, una vez que han dejado de tener vida útil, los productos puedan ser elaborados para producir algo nuevo. La producción en una sola dirección Cradle to Grave (de la cuna a la tumba) debe convertirse en “eco-efectividad” o Cradle to Cradle (de la cuna a la cuna) es decir un modelo que se retroalimenta y que no genera gasto ni contaminación. El modelo lineal que se basa en el modo de producción en una única dirección fue concebido hace siglos, durante la Revolución Industrial y es el sistema responsable de descomunales cantidades de gasto, destrucción y polución.
En definitiva, el objetivo es reestructurar la industria, el urbanismo y la vida en general utilizando como modelo el equilibrio de los ecosistemas naturales. A primera vista, puede parecer una utopía, pero no lo es. En la lista de 500 empresas más exitosas que publica la revista Fortune, figuran empresas que han comenzado a aplicar el modelo circular en distintas áreas.
McDonough y Braungart proponen atacar los problemas desde la raíz. Lo ilustran con un ejemplo de la arquitectura y la construcción: si un edificio gasta mucha energía en aire acondicionado e iluminación, optimizar el rendimiento del aparato de refrigeración, instalar bombillas de bajo consumo e incluso paneles fotovoltaicos sirve solo para reducir —de manera significativa, sin dudas— el gasto energético, pero el gasto se sigue produciendo. Si el mismo edificio se hubiera concebido desde el inicio aprovechando al máximo la ventilación y la iluminación natural, el gasto energético sería mucho menor al que se produce cuando el diseño se plantea mal de raíz. Este ejemplo es extrapolable a todo tipo de procesos industriales y a la producción de productos manufacturados.
En el mundo, la banca privada, los bancos multilaterales de desarrollo y las instituciones de financiación del desarrollo han intensificado las inversiones en actividades de economía circular. Esto es sin dudas un hecho positivo que permite tener una mirada optimista sobre el rol que la economía circular va asumiendo en la actualidad. Hay quienes sostienen que las economías del futuro serán de tipo circular y que esta es una realidad inevitable. La inevitabilidad de la transición a una economía circular está condicionada por grandes desafíos, pero también por los potenciales beneficios económicos, medioambientales y sociales que promete generar al cambiar de cuajo los modelos de producción y consumo lineales por modelos circulares y sustentables.
El éxito de la transición requiere medidas específicas para cada contexto, un fuerte compromiso del sector público, la participación del sector privado y por supuesto también el compromiso individual de cada uno de nosotros. Todos podemos colaborar desde nuestro lugar consumiendo menos, reutilizando más, reciclando más y desechando menos.
La economía circular no es todavía una realidad palpable en todas las sociedades del planeta, pero tampoco es una utopía. Apostar por un modelo de economía circular no es tarea sencilla y aunque aún queda un largo camino por recorrer, se ha progresado considerablemente.
De a poco, la utopía se va transformando en realidad concreta. Es una buena noticia.