La paradoja de la elección o cuando más es menos
En nuestra sociedad existe la creencia generalizada de que cuantas más opciones tengamos para elegir, mayor será nuestro nivel de libertad y, por lo tanto, mayor será nuestra felicidad. Ahora, ¿es así realmente?
En el año 2004 el psicólogo norteamericano Barry Schwartz publicó el libro: “La paradoja de la elección: Por qué más es menos”. La tesis que Schwartz plantea es que el ser humano tiende a estar menos satisfecho con las decisiones que toma a medida que aumentan las alternativas que tiene para elegir. La abundancia de opciones en lugar de hacernos un favor puede llegar a paralizarnos. Esa es, justamente, la paradoja de la elección.
Y bastante razón tiene Schwartz. Imaginemos por ejemplo que vamos al supermercado a comprar un yogurt. Cuando llegamos a la góndola nos encontramos con que no solo debemos tomar una decisión sobre el porcentaje de grasa (0%, 1%, 2%, entero, etc.) sino también debemos elegir el sabor, el precio, el tipo (cremoso, consistente), el tamaño, con o sin azúcar… Si antes de ir al supermercado no teníamos una idea sobre qué tipo de yogurt exactamente queríamos, lo más probable es que ante tantas opciones nos sintamos algo abrumados.
La paradoja de la elección no incluye solo las alternativas de consumo, sino que es un problema que afecta la vida cotidiana en la medida que nuestras posibilidades aumentan y tienden a ser infinitas. Internet y las redes sociales han facilitado el acceso a opciones prácticamente ilimitadas y disponibles con solo un clic de ratón y han influido prácticamente en todas las áreas de la vida. Por ejemplo, en la forma en que elegimos pareja. Veamos el caso de Tinder.
Tinder y la paradoja de la elección
En el pasado, nuestros abuelos tenían un grupo limitado de opciones para elegir con quién salir. Sin Internet, dependían de conocer gente en persona y la cantidad de personas solteras que conocían dentro de un rango de edad adecuado no era demasiado grande.
En estos tiempos modernos, las aplicaciones de citas como Tinder han cambiado las reglas del juego y el juego mismo. Ya no dependemos de conocer a alguien que pertenezca a los mismos círculos que frecuentamos. La aplicación y su algoritmo nos permite hallar coincidencias mágicas en cualquier lugar del planeta y cruzar destinos con seres que son, esencialmente, completos extraños. A primera vista, esto parece genial: “Tenemos acceso a todas esas personas a las que nunca hubiéramos podido conocer de manera convencional”, razonamos y nos ilusionamos.
Sin embargo, aquí interviene también la paradoja de la elección. ¿Cómo elegir una persona para salir cuando hay tantas otras opciones que podrían ser mejores? Esto puede llevar a tomar decisiones apresuradas ya que no hay tiempo suficiente para revisar todas las alternativas.
Otra consecuencia de la paradoja de la elección en el área de las relaciones personales es que las personas parecen ser menos propensas a comprometerse o a dedicar el tiempo de calidad necesario para conocer a alguien pues si la cosa no funciona, uno puede volver a la aplicación y seguir buscando. Un usuario de Tinder describe la situación así: “El suministro aparentemente infinito de opciones me permitió preocuparme menos, distanciarme, tratar a las personas como artículos en un carrito de compras online… después de un tiempo me sentí profundamente insatisfecho y me harté de todo eso”.
Por supuesto que como seres humanos nos gusta ejercer nuestra libertad de elección. Tener la posibilidad de elegir es esencial ya que nos ayuda a expresar nuestra identidad y nos permite consumir y hacer lo que nos gusta según nuestras preferencias personales: qué vestir, qué programa de televisión ver, con quién salir, a quién votar, qué hacer el fin de semana, etc. El problema es el exceso. Contar con demasiadas opciones no parece ser el camino para lograr la satisfacción que buscamos.
Schwartz concluye que el concepto de maximizar el bienestar a fuerza de maximizar la libertad es falso. “Tener algunas opciones es mejor que ninguna, pero muchas es peor que algunas”, asegura. Difícil no estar de acuerdo.